10/09/2012.- La explosión de varios tanques de gas en la Refinería de
Amuay en la Península de Paraguaná, Estado Falcón, el pasado 25 de agosto, fue
el punto culminante de una serie de eventos que han acentuado en los
venezolanos la convicción de que después de 14 años de ejercicio omnipotente
del poder el gobierno de Hugo Chávez Frías ha fracasado en todos los órdenes de
la vida nacional.
Hoy más que nunca es palpable el colapso de un régimen que no
le ha planteado a los venezolanos un proyecto de desarrollo, una meta de
superación para todos sus ciudadanos, sino un proyecto político centrado en la
conservación del poder a costa de lo que sea, incluso la prosternación ante la
decrépita y también fracasada dictadura cubana y la entrega de los recursos de
todos los venezolanos a sus socios ideológicos.
En materia de relaciones exteriores, el país no sale de su
estupor ante los horrendos sucesos de nuestra embajada en Kenya, donde una
funcionaria de dilatada trayectoria en el servicio exterior, la embajadora Olga
Fonseca, fue victimada por otro alto funcionario de esa misma delegación, según
lo han informado las autoridades de Nairobi. El caso tendría además
implicaciones de narcotráfico con la utilización de la valija diplomática.
El enorme descuido y la imprevisión que caracterizan al
régimen ocasionaron el 15 de agosto la caída del puente sobre el río Cúpira en
el Estado Miranda, sumiendo en un verdadero caos la comunicación terrestre
desde y hacia el oriente del país y generando incuantificables pérdidas
económicas a las empresas y particulares. Durante varios días padecieron los
usuarios largas colas y las penurias de tener que hacer hasta en quince horas
un viaje entre Anzoátegui y la ciudad capital que comúnmente dura cuatro. Otros
colapsos de este tipo han ocurrido recientemente en diversas regiones del país,
como el del puente Libertador entre San Cristóbal y Táriba, a pesar de las
oportunas advertencias del Ejecutivo del Estado Táchira.
Dos días más tarde, el desastre sobrevino en el área
penitenciaria cuando el centro carcelario Yare I fue escenario de esos motines
sangrientos que con inaudita frecuencia se vienen sucediendo en las cárceles
venezolanas. Veinticinco procesados y un familiar perdieron la vida en un solo
día, con las autoridades del Ministerio de Prisiones como meros espectadores,
evidenciando que estos penales han quedado fuera del control de los organismos
competentes, incapaces de desarmar y pacificar a la población penitenciaria. Ni
un solo nuevo centro carcelario ha sido construido durante este gobierno.
La madrugada del sábado 25 de agosto el país fue estremecido
por una tragedia en la refinería de Amuay que dejó 42 víctimas fatales al
explotar varios contenedores de gas, como producto de una fuga de ese producto
que no pudo ser detenida a tiempo. Este
accidente ha sido el más grave de la industria petrolera venezolana. En los
últimos años han aumentado con asombrosa frecuencia los siniestros en las
instalaciones de PDVSA, que algunos atribuyen al abandono del mantenimiento, la
impericia y la pérdida de la cultura de la seguridad que caracterizó a nuestra
principal industria.
Esta dramática sucesión de eventos no son otra cosa que la
patente comprobación del colapso de un régimen incapaz no solamente de haber
preservado las importantes infraestructuras e instalaciones que encontró en
1999, sino que no ha desarrollado un plan de inversiones de nuevas obras y no
concluye las pocas las que ha comenzado. Y es que la ineptitud y la corrupción
han hecho estragos en todos los ámbitos del accionar del gobierno. El tiempo se
le agotó. El fracaso es el signo de este régimen al que los venezolanos
desalojarán del poder el 7 de octubre para iniciar un etapa de auténtica unidad
y progreso de todos los venezolanos con Henrique Capriles Radonski en la presidencia de la
República.
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