El pueblo venezolano tiene muy presente cómo se produjo la
elección del candidato a presidente de la República por la unidad democrática,
Henrique Capriles Radonski, y del mismo
modo de los postulados a gobernadores y alcaldes de todo el país.
Una discusión
amplia, transparente y democrática precedió el llamado a unas elecciones
primarias, inéditas en el mundo, mediante la cual más de tres millones de
venezolanos escogieron libremente a los líderes nacionales y regionales que
conducirán la transformación de Venezuela, en todos los órdenes, durante los
próximos años. Nunca antes en ningún país del mundo se conoció un esfuerzo tan
amplio, perseverante y laborioso para construir un acuerdo de esta naturaleza.
Siete meses después, los venezolanos estamos presenciando el
patético espectáculo de un mandamás que recorre el país designando y
descartando, sin más consultas que su propio arbitrio, los candidatos a encabezar
los gobiernos estadales. Atolondradamente, un día los pone y otros los decapita
sin otra consideración que sus caprichos, la confianza puesta solamente en su
círculo de íntimos o incondicionales cada vez más reducido y la vocación totalitarista que se expresa en el “porque aquí mando yo”.
El dedo del autócrata encarna, concentra y monopoliza todo el poder político
sobre el sector que acaudilla, como lo ha pretendido hacer con las
instituciones, los recursos del país y la vida de todos los venezolanos.
El Táchira también han querido convertirlo en coto de las pretensiones de la delirante megalomanía
entronizada en el gobierno nacional. Un buen día amanece
proclamando a uno de sus más grises ministros como candidato a gobernador del Estado, sin importarle su
total desvinculación con la región, su desconocimiento de las aspiraciones y
necesidades de sus habitantes, su absoluta falta de identificación con los
valores, la historia, la cultura, la idiosincrasia del pueblo tachirense.
A las pocas semanas el experimento se estrella –no podía ser
de otra forma --contra la realidad política y las auténticas aspiraciones del
Táchira, de vivir en paz, en democracia y con perspectivas ciertas de progreso
material y espiritual y desarrollo económico, objetivos que comparten
mayoritariamente la población tachirense y lo cual la convierte en uno de los
bastiones más fuerte de la democracia en Venezuela.
Ante el contundente revés, el
autócrata desecha la lánguida figura ministerial que su dedo omnipotente había
convertido en aspirante para echar mano de otros títeres, de otros obsecuentes
fracasados, cuyo único mérito en la prosternación frente al mandón.
Pero el Táchira no sufre de amnesia y rechaza a quienes no le
han cumplido. Los tachirenses saben que Henrique Capriles Radonski, como
próximo presidente de la República, y César Pérez Vivas, como gobernador,
garantizan que Venezuela y nuestro estado recorrerán la ruta hacia la paz, la
libertad y el progreso durante los próximos años. Así lo decidirán con su voto
libre y soberano los ciudanos que están llamados a participar en estas elecciones del próximo 7 de octubre
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