20-08-2012 Los viajeros que por estos días tuvieron que trasladarse
desde la región central hacia el oriente del país o viceversa han tenido que
padecer una serie de calamidades, enormes
incomodidades y dificultades personales surgidas a raíz de la caída del puente
sobre el río Cúpira en el Estado Miranda. Es una viacrucis parecido al que vivimos los tachirense
cuando después de todas las advertencias que se le hicieron al gobierno
central, el puente Libertador se vino abajo dejando incomunicadas a Táriba y
San Cristóbal, creando una serie de problemas que no fueron peores ni más
prolongados gracias a la inmediata intervención del gobierno democrático del
Táchira construyendo una vía alterna.
El impacto de lo ocurrido en Cúpira es inmensamente superior por cuanto ha afectado
a un mayor número de personas y porque también son mayores las negativas
consecuencias económicas que está dejando para toda la región oriental en el abastecimiento,
en el comercio, en el turismo, en la falta de transporte, en el incremento de
los boletos y en la gran cantidad de horas perdidas, que también son
cuantificables en dinero.
En el origen de ambos siniestros está una misma causa: la
concentración del poder en manos del presidente de la República, que actúa como
si se tratara de una suerte de zar caribeño; la ineptitud de su equipo de
gobierno, la imprevisión, la improvisación, el dispendio de los recursos y la
desidia con la que actúa el Ministerio del Poder Popular para el Transporte
Terrestre abandonando las labores de evaluación y mantenimiento. También en el
área de la vialidad, el presidente Chávez ha hecho retroceder a Venezuela a los
tiempos de cuando fue un país rural.
Todo este desastre de la vialidad y el transporte ha sido
precedido por las decisiones políticas que pretenden acabar con la
descentralización y despojar de atribuciones, funciones y recursos a
gobernaciones y alcaldías, como paso previo a su total desmantelamiento para la
instauración del llamado estado comunal, un demencial y antidemocrático proyecto
al cual los venezolanos nos estamos oponiendo de manera creciente, firme y
decididamente y que finalmente rechazaremos en las elecciones del próximo 7 de
octubre.
Hospitales, puertos, aeropuertos, carreteras y autopistas
están entre las áreas que se ha reservado el Ejecutivo Nacional para su
competencia, pero vistos los calamitosos resultados debemos concluir en que han
sido más bien para su incompetencia. En materias de puentes hay que recordar
que este gobierno es responsable de por lo menos cuatro grandes colapsos: el
viaducto de la carretera Caracas-La Guaira, el puente Libertador en Táchira, el
puente El Caide en Falcón y ahora el puente de Cúpira en territorio mirandino.
Resulta también un crimen contra la nación que a los mandatarios
regionales se les mezquine o despoje de maquinarias, materiales y sobre todo de
los recursos económicos que luego son entregados a manos llenas a los gobiernos
de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Argentina, Paraguay, Ecuador y el Caribe, por
mencionar sólo a los más cercanos.
Pero no son solamente los puentes de la vialidad territorial
con los que ha acabado el zar de este trasnochado proceso estatista y
comunista. También ha roto todos los puentes comunicacionales para el diálogo
social que un gobernante debe mantener con los representantes de todos los
sectores de la vida nacional: los gobernadores, los alcaldes, la Iglesia, los
empresarios, los sindicalistas, las universidades, los partidos políticos, los
medios de comunicación y hasta con la mayoría de la población.
Venezuela unida construye vigorosamente, ahora
mismo, el puente hacia la paz, el
progreso y la libertad, que el voto popular inaugurará el 7 de octubre llevando
a Henrique Capriles Radonski a la presidencia de la República
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